Reseña del libro "El Espejo Autómata"
Para comenzar, la imagen del autómata evoca la de una máquina, es decir la de un objeto artificial capaz de movimientos coherentes destinados a transformar la energía y a utilizar esta transformación para efectuar tareas prescritas; y el autómata es una máquina que posee, como único matiz, el hecho de que puede controlar él mismo sus movimientos y que la finalidad de estos y de las transformaciones energéticas que autoriza parece ser su propio fin. Este carácter intrínseco del autómata técnico se encuentra en sus diversas definiciones; por ejemplo: “pequeños artefactos autómatas, es decir que se mueven por sí mismos”. Es esta definición la que propone Rabelais en 1534 en Gargantúa (I, 24) cuando el término nace en la lengua francesa, cebando una constelación de sentidos donde afloran los términos autosuficiencia, autonomía, libertad, imitación de la vida, transferidos al plano real (el del trabajo, el de la industria) o imaginario (el del arte, de lo fantástico, de la fantasía); se habla entonces de automatismo (o automático) para designar funcionamientos espontáneos (la escritura automática), regulares, ritmados. Otros términos acompañan al autómata; el golem, salido de la tradición cabalística es amasado en arcilla roja imitando a Dios en el Génesis, y dotado de vida por el mago que inscribe sobre su frente la palabra “vida”; desde entonces se vuelve un dócil esclavo, pero que debe ser vigilado pues su crecimiento es ilimitado hasta la inscripción final de la palabra “muerte”; K. Kapec crea en 1924 el término robot (trabajo en checo); “androide” es valorizado por la Enciclopedia de Diderot. Etimológicamente, el verbo griego automatizô: hacer algo por su propio movimiento, gobierna los primeros “automatismos”: Homero lo emplea para designar las puertas del Olimpo que se mueven “solas” (Iliada, V, 749) y los trípodes de Hefaisto que se agitan por sí mismos (Iliada, XVIII, 376). Platón en el Sofista (265 c) habla de “causa automática” natural. En cuanto a Aristóteles, en la Física (II, 4, 1) atribuye a Automaton el registro del “Azar” (en referencia sin duda a Automatia, Diosa del Azar) por oposición a lo que tiene que ver con la “Techné”, el trabajo, el oficio, el expediente…